La música, es bien sabido, afecta a la psiquis y al cuerpo. En algunos casos parece que la música de fondo es de gran efecto para potenciar y potenciar los resultados y beneficios de la actividad física.
¿Pero por qué? ¿Y cuál es el género musical capaz de generar mayores beneficios para el organismo?
Efectos de la frecuencia del sonido en el organismo
Algunos investigadores, incluido el prof. Alfred A. Tomatis, de la Academia Francesa de Medicina y Ciencias, informó que una alta frecuencia de sonidos puede revitalizar todo el cuerpo al actuar directamente sobre las células cerebrales. Sin olvidar, sin embargo, que los sonidos más intensos de 70 decibelios son decididamente negativos y, a veces, dañinos.
De hecho, la música se basa en el ritmo, así como el cuerpo humano es una máquina rítmica. El ritmo es uno de los factores clave que actúan sobre nuestros impulsos biológicos: ondas cerebrales, latidos del corazón, respiraciones, pasos.
Cuanto más se acerca la música a los ritmos fisiológicos de la persona, más beneficiosa es para el movimiento, la coordinación y la respiración.
Cada evento sonoro se compone de un sonido fundamental más otros sonidos más agudos, definidos como armónicos.
El timbre, caracterizado precisamente por los sonidos armónicos, es el capaz de actuar sobre las alteraciones de la emoción, normalizándolas.
El mencionado Prof. Tomatis, en sus estudios, destacó que la música de Wolfgang Amadeus Mozart sí es rica en estos sonidos y los instrumentos que tocan sus notas expresan el equilibrio ideal en frecuencias, intensidad, timbre y ritmo.
La música de Mozart en el entrenamiento
Las frecuencias expresadas, por ejemplo, por las cuerdas (violines, violas, violonchelos) estimulan el tono de los músculos erectores del raquis -que intervienen en el mantenimiento de la postura- a diferencia de los instrumentos eléctricos modernos que tienden, por el contrario, a inhibirla.
La música de Mozart comprende unos 50-70 latidos por minuto, como los latidos medios de un corazón bradicárdico; esta es la razón principal por la que, al escuchar su música, el ritmo cardíaco y la presión arterial tienden a normalizarse. Los timbres de Wolfgang Amadeus Mozart son ricos en sonidos armónicos y esto es relajante para el estado emocional del oyente (Brazzo M., «Mozart Fitness», 2000).
Se recomiendan composiciones con ritmos lentos, baja intensidad, sonidos de baja frecuencia con timbres suaves (por ejemplo, un Adagio) para ejercicios de afinación y enfriamiento.
Los ejercicios de sintonización tienen como objetivo mejorar la conciencia corporal y, a menudo, se basan en el control y la gestión de la respiración.
Un ritmo constante y controlado es interesante para ejercicios de entonación, movimientos capaces de despertar todos los propioceptores. Un ejemplo de ello son todos los ejercicios destinados a la movilidad articular, capaces de mejorar el gesto motor y el rango de movimiento.
Las piezas representadas por sonidos con frecuencias, intensidad, timbres y ritmos medios son adecuadas para los ejercicios del torso, en particular los abdominales, los músculos paravertebrales y los músculos de fijación de la escápula (serrato anterior, romboides, etc.). En este caso, es muy recomendable un Allegro o un Allegro Maestoso, tomado -por qué no- de una «Sonata para clavecín y violín».
La música combinada con los ejercicios de acondicionamiento aeróbico, para los miembros inferiores y superiores, debe expresarse a través de sonidos con alta intensidad y ritmos, para apoyar el importante esfuerzo físico (ver las clases clásicas de aeróbicos en el gimnasio).
Las composiciones caracterizadas por sonidos de alta frecuencia y un ritmo decisivo son particularmente adecuadas para ejercicios posturales, es decir, todos aquellos ejercicios destinados a compensar, corregir y prevenir los vicios posturales propios del individuo civilizado.
Las tareas laborales, de hecho, ahora son generalmente estáticas, continuamente en «flexión», y el mantenimiento prolongado de la posición sentada cambia la lordosis lumbar en cifosis, con la consiguiente pérdida de la capacidad de extensión y movimiento de la columna lumbar .
Absolutamente para intentar en este contexto un Menuetto, también de Mozart, tomado de la Sinfonía n° 6 o una Biancheggia in mar lo scoglio tomada de «El sueño de Scipio», quizás posicionándose como un equipo con las extremidades inferiores contra la pared y el de vuelta al suelo. , completo con delordosis cervical.
Una ayuda muy adecuada para el tratamiento de los déficits respiratorios parece ser el canto, ya que favorece el aporte natural de oxígeno y el aumento de la capacidad pulmonar. Cantar también induce y promueve la disminución de la presión arterial, al mismo tiempo que ralentiza el ritmo de los latidos del corazón y provoca una mejora en el estado de ánimo.